27 de mayo de 2010

Me encuentro solo y me ataca la desesperación. ¿Cómo se lucha contra eso? El corazón latiendome demasiado rápido como para que sea sano, y la bruma de pensamientos que traté de ocultar estando acompañado, atacan de golpe. Y me desespero, porque no se qué hacer. No hay solución. Me quedé en un camino sin salida en la búsqueda de encontrar las sonrisas perdidas. ¿Qué hago ahora?.

26 de mayo de 2010

¿Has sentido alguna vez cómo alguien te susurra suavemente al oído palabras amedrentadoras, armoniosamente dolorosas, con la capacidad de destruirte, que se introducen en tu mente y no puedes dejar de interpetarlas como verdades?
En esos casos, en los que los escalofríos nacen desde los omóplatos y se extienden por el resto de la espalda, se percibe cómo increíblemente, esos vocablos parecen avanzar más allá del cerebro y los cinco sentidos convencionales. Pareciera que, sin preguntar o, más probable, venciendo nuestras defensas, se introduciesen en el fluido correr de nuestra sangre, y alcancen así cada pequeña célula de nuestra anatomía. Se extienden como veneno, quemándonos como ácido. Duele, porque es el dolor mismo quien nos habla. Que intenta hacerse con nuestra felicidad.
Y pobres de aquellos en los que ese veneno llegue al corazón, porque una vez que se enferma, éste comienza a bombear más y más de ese mortífero sentir. Se enferma, y el cuerpo lo siente como el peor padecimiento. Una presión en el pecho permanente, un dolor de cabeza constante. A veces resulta llevadero, como otras casi imposible de soportar.
Llegados a este punto, es cuando el infectado comienza a hundirse. Sí, hundirse. Nuestro agresor comienza tomándonos por un tobillo, al que comenzamos oponiendo resistencia. El es paciente, sabe que mientras prosigamos vícitmas de su ponzoña, ésta irá robándose de a poco nuestras fuerzas de seguir.
Lo arrastrará todo, secuestrandonos a una oscura depresión, de donde no es nada fácil salir.

Salí una vez, y por suerte. Sin embargo, me estoy hundiendo otra vez.